martes, 3 de febrero de 2015

Un poco de historia Sonaeña

Un poco de historia Sonaeña

Por: Hilda Sarah J. de Abrego 1994.

Soná es un bello pueblo del interior del país, enclavado en el corazón de la provincia de Veraguas, en el centro mismo de la república de Panamá. Es un pequeño valle rodeado del murmullo de las aguas cantarinas de muchos ríos que lo circundan: los ríos Cobre, Tobálico, Tríbique, y San Pablo. También lo rodean hermosas colinas y cerros de gran altura como el Picacho, Petengue y el Peñón del San Pablo o Tabarabá.
Soná o SONARES, nombre dados por los indígenas, que significa MURMULLO DE AGUAS. Un nombre muy poético, que lleva en sí encanto y poesía, si añadimos que los ruiseñores son los señores de estas tierras y cantan  a sus anchas cada día. Los preciosos  ríos que circundan con esplendidos paisajes, son el encanto de los que aquí viven y de cuantos lo visitan. De ellos se ha dicho que todo el que viene y se baña en sus aguas, “se queda en Soná”, tal como lo expresa en una alegre tamborera, su autor Raúl Martinelli B. oriundo del lugar, que dice: “QUE YO ME VOY PA SONÁ, QUE YO NO VUELVO PA PANAMÁ”.
Para llegar a Soná, desde Santiago, cabecera de la provincia de Veraguas, que está a 40 minutos, es necesario atravesar trece puentes sobre ríos y quebradas.
La plaza San Isidro, en el centro de la ciudad, fue nombrada así en honor al patrono del lugar, San Isidro Labrador. La bella plaza estaba formada en 1936 por bellas casas de madera, con grandes balcones forrados de enredaderas con flores rosadas. La Iglesia en el centro de la plaza, seguida de un bello parque colonial cuyas bancas, decoradas con enormes y majestuosos dragones, le dan al conjunto un aire señorial.
Soná es una ciudad con un trazado casi científico, sus calles sus casas bien distribuidas, hacen del lugar un sitio agradable pintoresco y acogedor. Los primeros pobladores se situaron alrededor de La Plaza, luego la ciudad se fue corriendo y diseminando con un trazado casi perfecto, siendo admirada por cuantos la visitan.
En el Soná de los años 30 la ciudad creció en todos los aspectos y el comercio se incrementó de una manera rápida y sorprendente con la llegada de inmigrantes como  los hebreos Hanono, Don Andrés, con su famoso lema “QUE COMPRA A CUATRO Y VENDE A TRES” los libaneses Antonio Maloff, Abraham Sayed, Clovis, Carlos, William y María Rizcalla, los chinos leoncito Chen, Enrique Chen, la china María y otros. Todos estos personajes se radicaron en Soná, dedicándose a la actividad comercial, que dio vida y auge a la economía local, dejando también parte de su cultura, multiplicando sus familias, aumentando así la población.

Soná es un pueblo muy particular; tiene dos patronos: el tradicional San Isidro Labrador y San José de la Montaña, quien cuenta además con un santuario, erigido en su honor. 

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